3.12.11

qué le vas a decir a la vela de un barco sobre bañarse dos veces en el mismo río

La maldad no está en la cebolla, está en tus ojos de camello ahorcado, que me siguen, me siguen causando mucha risa, cuando es temprano y no escucho el camión de la basura todavía y la gata no maulló ayer. toda la noche se oyeron grillos, pero los grillos no escucharon nada. yo estaba esperando a que fuera de día, el día que se murió la señora del puesto de flores del mercado en san pedro, pero nadie se acuerda, sólo los del mercado. ahora está vacío ese puesto, puesto que nadie quiere ocupar ese lugar, porque todos saben que la señora está muerta, pero quién sabe si en realidad se ha ido del puesto, nadie en el mercado cree que uno se muere y ya, tal vez se quedó en su casa piensan. Y le prenden una vela, al mismo tiempo que ya se murió alguien más a quien alguien le va a prender otra vela, porque no es como las velas de los barcos que hacen que contienen el aire y se hacen como gusanos, hacen poc, poc, poc cuando se infla hacía un lado para que el barco vaya para el otro, y nadie les dice nada porque qué le vas a decir a la vela de un barco sobre bañarse dos veces en el mismo río.


qué espirales mentales ni qué la chingada

Es tan ordinario que la muerte de quien no la desea sea la pena de quien para sí la desea. Cuando todo son circunstancias, circunferencias circunstanciales, cajas mentales, desodorantes y antigripales, alergia al polvo. ya nada me da risa. unas canicas en los labios. qué espirales mentales ni qué la chingada. Le pregunté que cómo se llamaba, me contestó: qué te importa. Teresa se llamaba la nana de mi papá, que luego fue la mía, a ratos. Veinte años vivió en casa de mi abuela, luego se regresó a su casa, “me voy a cuidar a mis borregos” me dijo. Yo estaba muy contrariada porque no entendía como a mi prima se le hacían esos hoyitos en los cachetes cuando se reía y a mí no. pero me acuerdo que cuando se fue Teresa estábamos todos ahí ¿a quién vamos a encontrar ahora que aguante al abuelo? Decían todos. Y el abuelo le dijo a mi abuela: “ándale ya, sírvenos de comer”. Y comimos. Mi primo otra vez fue el último, así pasaba cada vez que había hígado de cenar, no podía. se quedó sentado, todos terminamos, nos fuimos levantando, quedaron mi abuelo y mi primo, como siempre. “acábate eso ya” le dijo… me acuerdo que yo oí como el gruñido de un dragón viejo y mi primo se soltó en llanto y yo vi como a mi abuelo se le incendió la cabeza pelona como cerillo y empezó a gritarle “no llores!” “no llores!” “no llores!” “maricón, maricón, maricón, maricón, maricón maricón, maricón, maricón, maricón, maricón, maricón ….” no paraba mi abuelo, y estábamos todos ahí, Teresa se acababa de ir, pero parecía que habían pasado meses, yo miraba a mi abuelo gritar y la cabeza pelona se le prendía como cerillo… y me acuerdo que grité: maricón tú! Y mi mamá corrió hacía mi, me cargó, y mi abuelo en lo que se le levantaba, todo se quedó quieto y mi primo ya no lloraba, no se oía nada, ni un ruido, ni de la calle, ni del departamento de arriba, ni de ningún lado. Me hice pipí encima de mi mamá y el vestido que me acababa de hacer mi tía. miré a mi primo, ya no estaba llorando, y a diferencia de todos los demás que ahí estábamos, ya no estaba asustado.