10.3.10

REVOLUCION Y MIXCOAC


Iba nerviosa, era tarde. Se habían quedado de ver hacía 20 minutos. Vio el mensaje, estoy frente a la comex que esta cerrada. Ella del otro lado de revolución en el semáforo, empieza a escribir, estoy del otro… no termina, cierra el teléfono. revolución a las siete de la noche, un mar de coches de todos los tamaños y colores. El semáforo eterno. Ella viendo la calle. El coche del otro lado estacionado, su cabeza, la comex cerrada.
Pasó un trailer, pasaron dos, un pecero, un taxi, un chevy rojo, una moto. Cerró los ojos y pudo verse perfecto a ella misma atravesando la calle y siendo atropell
ada por un enfurecido coche azul. Su cuerpo volando y cayendo en el piso

El de espaldas, voltea al oír el golpe y ve los coches que paran, la gente que se baja, una señora que llama desde su celular… un bulto en el piso, a lo lejos. La sigue esperando. No sabe si ir, hay mucha gente , ya la ambulancia debe llegar pronto. El sigue esperando. La ambulancia llega.
El saca su teléfono y llama. nada, el buzón. Se para en la banqueta y voltea a ver a su alrededor. la ambulancia se va, el coche azul sigue ahí, la policía, el de la gasolinera de enfrente. Vuelve a marcar y nada. Revolución empieza a ser el mar de coches que era antes. Se sube al coche, espera un poco más y luego se va.

La luz del trailer que se para en el semáforo le da de golpe en la cara como si le hubieran prendido la luna frente a los ojos y ella voltea a su alrededor, sigue ahí, del otro lado de la calle. Y el coche sigue estacionando allá, sigue viendo su cabeza y la comex cerrada. El semáforo cambió, cruza . se va tocando las piernas mientras camina para ver si si está ahí… no entiende… pensó que iba en una ambulancia, sintió su cuerpo estrellarse con la defensa del coche azul, hasta sintió como los huesos de la cara le tronaban cuando cayó luego en el piso, estaba empezando a sentirse relajada, la sangre no la asustaba se sentía calientita, podía ver sus huesos rotos, la pierna volteada al revés y nada, no le daba miedo, sonreía… ya nada puedo hacer… respiraba tranquila, se sentía derritiéndose en la vida como mantequilla, y se acordaba de lo rico que podía saber un mousse de mango en un medio día caluroso. qué más. pensó que estaba por fin muriendo y de repente la luz del trailer en el semáforo le recordó que solo estaba cruzando la calle...

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